Tierra
madre
Nota
introductoria
Ya
que este libro tiene como destinatarios tanto a los polacos y sus descendientes
como los que no, me he tomado el atrevimiento de escribir unas breves notas
sobre Polonia y las vicisitudes de un Estado que supo ser muy importante, y en
determinadas etapas de la historia, perderlo todo, ser ocupado, diezmado, su
lengua prohibida, sus recursos expropiados, y sin embargo, permanecer. Pero no
permanecer de cualquier manera, si no permanecer siendo polaco.
Quizá
sirvan para quien es ajeno, y quiera comprender por qué a setenta años de la Segunda
Guerra Mundial, y cuando el mundo y las nuevas generaciones tienen otras
inquietudes, un nieto de polacos, en pleno siglo XXI, escribe un libro para
recordar a su humilde abuelo, ex combatiente, como tantos otros, en esa guerra
indigna en la que Polonia toda estuvo más cerca que nunca de ser exterminada
por las hordas nazis bajo órdenes de Hitler, quien también había ordenado la
destrucción total de Varsovia, y la construcción de un lago artificial en su
sitio…
Polonia
es llamado en muchas ocasiones el país de las mil invasiones. Desde su bautismo
en el año 966 de nuestra era, literalmente no ha conocido un solo año entero de
paz. La estratégica ubicación geográfica, emplazada en el centro de Europa, y
el hecho de ser una gran llanura fértil desde el Báltico hasta el inicio de las
cadenas montañosas del sur la han convertido siempre en un blanco muy
importante de las dos grandes corrientes invasoras del continente, la del Este,
por donde llegaban hordas asiáticas (mongoles, turcos, tártaros, etc), y la del
Oeste, desde donde Prusia (luego Alemania), y Austria se repartieron el
territorio polaco junto con Rusia a finales del siglo XVIII.
Gran
parte del duro y obstinado temperamento polaco se forjó ahí, tras las
particiones y la completa pérdida territorial del que hasta entonces había sido
uno de los Estados más importantes de Europa con aproximadamente 1.000.000 de
Km2 a principios del siglo XVII.
No
cuento en estas breves líneas con espacio suficiente para transmitir la
importancia que el reino de Polonia/Lituania tuvo para la cristiandad, luchando
en repetidas ocasiones contra las invasiones turcas que ya habían asolado
Bizancio y los Balcanes, y manteniendo la fe católica como columna vertebral
del ser polaco.
Polonia
conmueve a los que la amamos, conmueve su nombre, en el idioma que sea.
Conmueve su historia, plagada de luchas y resistencia heroica, el ver pelear a
los niños, como en el mítico levantamiento de Varsovia, en 1944, peleando casi
sin armas contra los alemanes, muchas veces ya sin sus padres que habían caído
antes. Conmueve la bandera, porque está forjada con sangre, la de los millones
que lucharon y cayeron por la tierra del águila
blanca, símbolo nacional por excelencia.
Como
también conmueven sus canciones, su rico folklore, su cultura. Polonia le ha
dado al mundo un Papa que ha sido un ejemplo extraordinario del temperamento
polaco que quiero transmitir, a sus escasos 20 años ya había perdido a su
familia, estuvo encerrado en al campo de concentración de Auschwitz, sufrió la
guerra como todos los demás, se ordenó sacerdote, dio misa de noche y muchas
veces en botes ante la prohibición del sistema comunista impuesto a la fuerza
tras la derrota del nazismo, y ya siendo Papa, desafió abiertamente a ese mismo
sistema convencido de que ningún aparato, ni ejército, ni nada podría doblegar
al pueblo polaco si no perdía su fe.
Predicó
y viajó por el mundo como nadie, con un idealismo muy eslavo que nos
caracteriza, idealismo que hace anteponer el suelo, la Tierra Madre, a los propios intereses personales o familiares,
que hace por ejemplo, que un humilde minero nacido en un pequeño lugar llamado
Wietrzychowice, ya casado y con dos hijos, dejase todo y a todos para acudir a
ese grito, a esa defensa de lo natal, lo sagrado, lo que no se negocia porque
no tiene precio.
Nos
gusta pensar a quienes escribimos y nos sentimos parte del extenso e invalorable
mundo de la literatura, que los libros son eternos. De alguna forma lo son, ya
que cada persona, en la época que sea que lea alguno, lo mantiene vivo. Es
emocionante pensar, que un libro nos sucede en tiempo, y si esto es así, para
mí es increíblemente satisfactorio pensar, que cuando ya mi abuelo no está, y
cuando yo mismo no esté, alguien, donde sea y en al año que sea, podrá leer “Tierra Madre” y tener una idea de lo
que fue esa generación de héroes polacos que se va perdiendo por obvios motivos
temporales, pero aún así, permanecer, permanecer en la memoria no solo mía y la
de todos los que nos consideramos sus herederos, sino también en la memoria de
cualquiera que lo lea.
“Za naszą i waszą
wolność”
“Por nuestra y vuestra libertad”
(Joachim Lelewel)