sábado, 1 de abril de 2017

"TIERRA MADRE" - Prólogo

Tierra madre

Prólogo

Sinceramente, no sé cómo se escribe un prólogo para un libro que en esencia, es la historia de mi propia vida y la búsqueda incansable de mis raíces polacas y mi propia familia.
En mi primer publicación “Mundo Eslavo”, que en gran parte tenía también que ver con esto, decía en el prólogo que ese libro era la conclusión de aproximadamente catorce años de búsquedas, búsquedas personales y familiares, relacionadas precisamente con mi abuelo polaco y con este país que para mi, nunca fue un lugar alejado más allá que los mapas así lo indicasen, sino parte misma de mi ser, mi carácter, mis rasgos, mi alma…si tuve una vida anterior, después de haber estado en esa tierra,  no tengo dudas de que vengo de allí.
Pero si Mundo Eslavo era la conclusión de catorce años de búsquedas, este lo es de absolutamente  todos los años desde que tengo conciencia, ya que desde la primera vez que le hice a mi padre la primera pregunta sobre mi abuelo, hasta poder poner un pie en esa tierra originaria, casi veinte años después, no hubo absolutamente nada, pero nada en mi vida que pudiera anteponerse a conocer Polonia y a mis familiares en vida. Desenmarañar la complicada historia familiar fue el principal objeto de mi vida desde entonces, la historia de un ser simple, como tantos otros, mi abuelo. De ocupación minero, muy laborioso como buen polaco, terco y obstinado también, pero por sobre todo muy patriota. No puedo hablar varias palabras seguidas sobre él y no hablar de la guerra,  (como es imposible hablar de Polonia misma sin hacerlo),  la guerra, el sometimiento, la lucha por la defensa de lo propio ha forjado literalmente el espíritu polaco tal cual hoy se conoce. Cada dato que averiguaba sobre él más me fascinaba poder saber algo más, por qué con cuarenta años, dos hijos, uno nacido precisamente cinco días antes del comienzo de la segunda guerra mundial, triste presagio familiar, y con esposa, puede dejarlo todo y a todos para ofrecerse como voluntario para pelear por su amada tierra polaca…¿Existe algo más sublime acaso?.
Armar este complicado rompecabezas no ha sido para nada fácil, ni rápido, entre el desconocimiento de mi propio padre, los silencios de mi abuela…y nadie más que pudiera aportar algo, he pasado años enteros con poco y nada en mis manos, pero con él convencimiento terco, como buen espíritu que he heredado de el, de que al final tarde o temprano podría armar esta historia familiar, para mí mismo, para mi padre, (víctima involuntaria si se quiere de la Segunda Guerra que también le había quitado de su lado a su propio padre a la edad que uno más lo necesita), y para todos los descendientes de polacos que como yo, llevan orgullosamente su origen y la misión que hemos aceptado naturalmente de preservar y difundir la cultura polaca sea donde sea que nos encontremos, en Sudamérica, Canadá, Australia, Africa o en el medio de la selva amazónica, serás Polonia y estarás viva donde sólo uno al menos te nombre, te viva, te ame…
Explicar con palabras, incluso para quien escribe, como yo, el inmenso, profundo y por sobre todas las cosas, Incondicional amor por esta patria originaria es totalmente imposible, y un intento condenado de antemano a fracasar. No se trata de que palabras utilizar, ni del léxico, ni de la forma poética, sencillamente, nunca se pueden plasmar sensaciones tan fuertes, tan profundas, que se guardan en un rincón del alma donde no puede acceder nadie.
Por eso, cuando un bendito nueve de Julio de 1997, a las 11 de la mañana, mi avión aterrizaba en la eterna Varsovia, monumento en sí mismo que resume todas las luchas y penurias de la milenaria nación polaca, ese día al menos, yo puedo decirle a todos que he sido la persona más feliz de este mundo (y de todos los que hubiese)…y nada ni nadie podrá disputarme, al menos ese día, ese gran y único privilegio, como nadie podrá hacerlo cuando puse un pié dentro de la casa donde se crió mi mismísimo abuelo Stanisław Sterczek, quien seguramente jamás pudo haber pensado que su nieto argentino iba a llegar allí, y …
¡Hablando polaco!
O haber estado en la misma iglesia de su pequeño pero hermoso pueblo natal, Wietrychowice, para muchos un lugar absolutamente desconocido o perdido en el mundo, pero para mí, “vientre matriz”… no puedo transmitir una mejor definición…
La calidez de la familia, tan típica hacia los visitantes, la hermosura de Cracovia, la imponencia de nuestra capital, símbolo torturado pero obstinado de que la cultura polaca no se puede asesinar a tiros, la incomparable belleza de sus paisajes, no fueron sin embargo, más que algo hermoso e inolvidable pero de alguna manera subordinado a lo primero: la búsqueda del pasado de mi abuelo y mis raíces familiares.
Cuando muy pequeño, recuerdo muy bien una serie extraordinaria, “Raíces”, la historia de un afronorteamericano que vuelve a Africa hasta llegar en tiempo lo más lejos posible hasta su más antiguo antecesor, Kunta Kinte. En ese entonces, sabía yo poco y nada con respecto a mi abuelo y a Polonia, pero siempre tuve la idea de realizar una búsqueda similar, salvando el tiempo y las distancias.
Por último, y aunque no parezca, tuve muchas resistencias para escribir este libro, no ajenas, si no propias. El hecho de hacer públicas situaciones familiares, búsquedas, angustias, sentimientos, pero no de gente desconocida si no de nosotros mismos, empezando por mí, mi padre, mi abuela, etc, no es una situación fácil ni amena por resolver. Pero lo que me terminó de convencer, es que la historia de esta búsqueda tan importante para mí, pudiera servir a otros para encarar algo similar con sus raíces. Por lo demás, y básicamente desde mi regreso de tierra polaca, fueron muchas las personas tanto dentro como fuera de la comunidad polaca que me alentaban a escribir algo referido a esta historia familiar.
¿Qué es un polaco sin pasado?: Nada
Para entender Polonia, hay que ir a su pasado, para entender a los polacos, hay que ir a su pasado, para poder viajar hoy y poder ”leer” a este pueblo fascinante del cual aunque he nacido lejos, me siento totalmente parte, hay que conocer su pasado también. Podría uno literalmente vivir en Polonia pero nunca llegar a conocerla si no sabe lo que esta tierra ha pasado y sufrido a lo largo de su rica, extensa pero trágica historia.
Recuerdo un día que caminando con mi tío ya anciano, y ex combatiente también, recorríamos un lugar hermoso en algún punto del Sur, yo estaba encantado con el clima, y particularmente con un cielo impactante y azul como pocos. Cuando mi tío me sugiere que me acerque para leer una placa que se anteponía a un pequeño monumento, me acerque y pude leer, “¡A la memoria de nuestros más queridos! Aquí descansan ochocientos niños judíos asesinados bestialmente el dos de Junio de 1942 por las tropas hitlerianas”… ahí cambió el cielo, se nublaron los colores, atardeció en pleno día, y para una persona con profunda concepción humanista como yo, ese lugar ya no podría volver a ser el mismo, ni parecerme tan hermoso como antes, a esto quiero llegar cuando sostengo que no creo posible conocerla, ni amarla con locura, si no se conoce su historia.

“De los escombros que dejó la bota nazi
Te alzaste nuevamente, hermosa,
No hubo, ni hay, ni habrá fuerza suficiente
Para borrar tu nombre:
¡Varsovia!

Hay momentos, personas y situaciones que difícilmente se olvidan en la vida de uno, y que por diferentes sensaciones, quedan grabados como momentos en que algo hace un click y con el tiempo y la vista analítica, uno los utiliza para recordar: “fue antes de, o después de”, y uno de ellos, enormemente importante para quien escribe, fue en la querida Sociedad Polonesa de San Martín, a comienzos de Abril del año 1995, en la primera clase de idioma polaco, a cargo de María Teresa Zeman (Mariszenka). Y en esa primera clase, pude por fin comenzar a comprender y hablar la lengua del abuelo, y recuerdo exactamente cuando ella decía: “Ahora, vamos a ver los días y los meses del año”…luego vendrían los colores, los saludos, etc…
¡Cuánto tiempo, y cuántas cosas han pasado después! Tan sólo dos años más tarde de pronunciar mi primera palabra en lengua polaca, mis pies temblorosos entraban a la casa de mi abuelo paterno en Wietrzychowice, a cien kilómetros de la hermosamente indescriptible Cracovia, capital eterna del corazón, ante un sol increíble que acompañaba el verano polaco.
Este libro no refleja una historia concluida en absoluto, ya que se sigue escribiendo día a día con mi propia vida y el contacto permanente que ahora tenemos entre la parte argentina y la polaca de nuestra familia, contacto que pude restablecer luego de setenta años de silencio, desde la llegada de mi abuelo a este país el diecisiete de Junio de 1926 en el buque “Almanzora”. Hoy, tengo tíos y primos, quienes a su vez han ido formando sus propias familias, y nada me podría satisfacer más que saber que ellos, quienes nos sigan, van a continuar también este legado.
En los rostros de ellos, adiviné el mío, en sus historias, comprendí las propias, en sus deseos y esperanzas, pude hallarme también, y un día, sentado a la mesa de mi familia, tomando la herbata (té) y conversando, en el primer día de estadía en ese pueblo, me pregunté, estando tan cómodo en todo sentido, ¿qué es la distancia, y cómo se mide?... porque a doce mil quinientos kilómetros de mi casa materna y el país donde nací y me crié, donde estudié y me fui formando como persona, nada parecía indicar en ese momento, que esa distancia en kilómetros  y en años existiese entre mi familia polaca y yo. Podría literalmente pensar que nací ahí mismo y que pasé toda mi vida allí, ya que lo único que recibí es afecto, cordialidad y la sensación de que todo eso, aunque parezca increíble, yo ya lo conocía…
Dedicado muy especialmente a toda mi familia, tanto en Argentina como en Polonia, dedicado muy especialmente también a toda mi amada comunidad polaca en todo el país, de la que soy parte orgullosamente como muchos buenos amigos que el tiempo y el destino han acercado a mí, un bien al que no se le puede poner precio, a todos los ex combatientes polacos diseminados por el mundo, a la Unión de Ex Combatientes Polacos de la República Argentina, y a todos los que en definitiva, quieran y sepan leerlo. Por último, es imposible escribir este libro sin una dedicatoria muy especial precisamente para ellos, todos mis familiares en Polonia, Władysław Gorla y familia, Isabella, Agnieszka, Małgorzata e Iwona Gorla, (como así también mis primos más pequeños quienes alegraron mi estadía, Małgorzata, Konrad y Krzyszek), Zdzisław Purchla y familia, Emil Sterczek, Janina Baszak, Tadeusz Sterczek, su señora Ela y mi prima Annia, como así también, quienes nacieron después de mi estadía y ya son parte de esta gran familia: Martynka, Kuba y Kacper.
Pero dejo esta última línea, para la dedicatoria más importante de este libro, para quien inspiró todo esto, y fue motivo y raíz de mi búsqueda, para quien aunque no tuve el honor de conocer, no pudo hablarme con palabras pero si con hechos, y a través de sus decisiones y de su vida incorporé el inmenso amor y orgullo por nuestra tierra polaca:



Para mi abuelo Stanisław Sterczek, voluntario en la Segunda Guerra Mundial.

Mi abuelo, con uniforme de guerra.