Holodomor,
muerte en Ucrania
Prólogo
de la locura
Siempre
es muy difícil escribir sobre la muerte. Una sola es una pérdida irreparable,
pero cuando de lo que hay que hablar es de la muerte de millones, y en forma no natural, como consecuencia de las decisiones tomadas por un gobierno, no se pueden encontrar
las palabras exactas que lo reflejen.
El tema que quiero difundir y que me ocupa en este
libro, es el llamado “Holodomor” (en lengua ucraniana Голодомор, “matar de hambre”), y que
representa hasta el día de hoy la mayor hambruna artificial en la historia de
la humanidad.
Pese a lo confuso que representa calcular exactamente
el número de víctimas, (porque además, y como suele ocurrir también en las
guerras, mucha gente muere después, pero como consecuencia directa de los
hechos), los pisos se estiman en no menos de cuatro millones de personas, pero
otros cálculos estiran las cifras hasta incluso más de diez millones…
Estamos hablando de gente, de millones de personas. De
hombres, mujeres, niños y ancianos a los que todo les fue confiscado por el
gobierno de la entonces Unión Soviética, presidida por el siniestramente
conocido José Stalin, y desprovistos de toda posibilidad de conseguir
alimentación, fueron muriendo de hambre y de todas las enfermedades y anomalías
derivadas de ella, entre los años 1932/1933.
Curiosamente, en esos
años el estado soviético exportó más granos que nunca…
Cuesta siquiera imaginar, en tan extenso lapso, las
historias, las miles de historias que jamás llegaron a ser contadas, historias
que murieron junto con cada una de las víctimas, en esos años en que la
demencia nos ganó a todos.
Este libro cuenta la historia de esos años, en una
nación naturalmente rica, Ucrania, y que fue sometida al hambre más atroz, una
nación que era considerada la canasta de la U.R.S.S., y sin embargo, se quedó
sin pan, una nación que poseía las más fértiles tierras, la “tierra negra”, y
no le dejaron ni espigas para alimentar a los suyos…
Pasó hace menos de cien años, todavía quedan en el
mundo, algunos testigos horrorizados de los hechos y de esa época maldita, en
el que un pueblo milenario vivió condenado.
Este es el retrato vivo de una pesadilla, pero no de
uno, si no de millones, una pesadilla conjunta que terminó de la peor forma
posible: un pueblo diezmado, una colectivización forzada de grandes
poblaciones, y una rusificación en muchas de las zonas donde había muerto mucha
población local.
Casi veinte años antes de estos hechos, los armenios
se convertían en las víctimas del primer gran genocidio del siglo XX a manos
del estado turco. Diez años después, en cambio, y esta vez desde Alemania,
llegaba el horror con campos de concentración donde murieron millones de
judíos, eslavos y otras minorías que los nazis consideraban inferiores.
Espantosa conclusión donde en menos de tres décadas, murieron de causas no
naturales y solamente de los hechos nombrados anteriormente aproximadamente
veinte millones de personas.
Conozco muchos ucranios personalmente, como nieto de
polacos que soy, e interesado en nuestras raíces eslavas que tanto nos unen,
siempre tuve un aprecio muy particular por todo lo
ucranio, sus extraordinarias danzas, su cultura viva y encendida de trajes
repletos de coloridos, que parecen desafiar la más inconcebible muerte de sus
propios ancestros; enorme mérito de un pueblo que pese a todo, y contra todo y
contra todos, vive, y eso sólo, como verán después de leer este trabajo, ES UN
MILAGRO…
A
LA MEMORIA DE TODOS LOS UCRANIANOS FALLECIDOS POR EL HOLODOMOR ENTRE 1932/1933,
Y A LA DE SUS ORGULLOSOS DESCENDIENTES EN ARGENTINA Y EN TODO EL MUNDO.