“Crónicas del Este”
Prólogo de Crónicas del Este
Allá lejos, y hace
tiempo…
Así pensarán de estas
historias, los jóvenes que las lean. Pareciera que se estuviese hablando de
hechos transcurridos siglos atrás, pero en realidad, todos los acontecimientos,
las historias narradas aquí comienzan en 1932, es decir, sólo algo más de ocho
décadas. Y otras, como la de la tragedia nuclear de Chornobyl, narra hechos
sucedidos sólo hace tres décadas. Todas estas historias transcurren en países
distintos, pero todas tienen algo en común: la falta de libertades dentro de la
ex Unión Soviética, y sus países satélites del llamado Pacto de Varsovia. Así
que todas estas historias transcurren dentro de lo que se dio tristemente en
llamar “La Cortina de Hierro”.
Todas ellas están
formadas por familias, por gente común, familias que por supuesto, no tienen
contacto entre sí, no saben que existe ese otro, y sus vidas transcurren entre
la frustración de vivir en un régimen político que tuvo como uno de sus
principales objetivos, unidireccionar no sólo la vida política hacia lo que
sencillamente se llamaba El Partido,
sino manejar, supervisar y controlar cada aspecto de las vidas de los
ciudadanos. Estas historias se mueven dentro de la frustración y la impotencia,
entre sus máximas cualidades, pero también, la fe y la esperanza, sin las
cuales, sencillamente todas ellas aún, no habrían concluido.
En todas, hubo
explosiones, como verán. Hubo rebeliones, no sólo desde lo netamente político,
sino desde lo moral, lo social, lo conjunto, una rebelión hacia lo establecido,
y por sobre todo, por lo establecido de esa forma. Luego de la victoria sobre
el nazismo, la Unión Soviética sencillamente, ocupó medio continente y lo hizo
súbdito, políticamente, con la imposición de un solo partido, el comunista,
desde lo militar, con las fuerzas del Pacto de Varsovia. El control sobre los
medios y la vida fue total hasta la caída del sistema, en 1989, pero que para
que esa fecha nos haya quedado en el recuerdo, fueron preciso las otras, otras
tres anteriores, Hungría 1956, Praga 1968, y la lucha polaca, durante toda la
década de los 80. (en la R.S.S de Ucrania, el movimiento de oposición fue algo
más sutil, no tuvo tanta prensa ya que
se manifestó básicamente por medio de la literatura, como la llamada “Generación de los 60” (Shestydisiatnyky) y
culminó con la mayoría de los poetas opositores presos y/o desterrados en el
Gulag siberiano).
Sin todo esto, el muro
de Berlín no se hubiera caído nunca.
Hago algunas
salvedades, incluyo otras notas, otras notas del Este, como las concernientes a
la tragedia de Chornobyl, en Ucrania, el 26 de Abril de 1986, y la última,
mucho más actual, sobre el llamado Maydán, una rebelión popular que terminó por
hacer caer a un gobierno, y girar definitivamente el rumbo de la castigada
nación ucraniana hacia el oeste, como conclusión de un larguísimo proceso desde
su independencia de la ya citada Unión Soviética, en 1991.
Con el Maydán, se
cierra este capítulo, el último desde la caída del muro, porque sin Maydán, no
habría definitiva independencia de Moscú, y por lo tanto, podríamos decir que
el muro, ese famoso muro del 89, no hubiera caído definitivamente, no al menos
para Ucrania. A partir de este proceso, las decisiones de todos los ucranianos,
(para bien o no) se tomarán donde corresponde: en Kyiv.
No tengo ninguna
intención en que se tome mi trabajo como algo político, aunque por los temas
tratados lo juzgo casi inevitable. No es mi intención hacer simplemente, un
libro de propaganda anti comunista, mi trabajo va mucho más allá de eso, mi objetivo
es contar, es transmitir y recordar cómo se vivió en esa mitad europea de
posguerra, durante los pesados años del bolchevismo, con el trágico Stalin como
modelo a seguir. El conflicto, especialmente con las tres naciones
anteriormente citadas (Hungría, la ex Checoslovaquia, y Polonia) fue total, ya
que estos países, de tradición católica y conservadora en lo cultural, y parte
del occidente cultural europeo, chocaban violentamente no sólo con el marxismo
soviético, sino con la concepción atea y anti religiosa que el comunismo
profesaba, algo particularmente dramático sobre todo en el caso de Polonia, de
milenaria y profunda tradición católica. De hecho, la defensa de la fe, ha sido
uno de los principales motores de la gran rebeldía polaca de los 80. Allí,
quizá como en ningún otro país del bloque del este, se vio el fracaso rotundo
del régimen por quitar los valores de los polacos, y reemplazarlos por otros,
los del partido, reemplazar la cruz por el martillo y la hoz. El fracaso en crear un “ciudadano marxista”,
sin origen, sin herencia cultural, sin religión. La elección de un Papa polaco,
el dieciséis de Octubre de 1978, por primera vez en la historia, fue sin duda
alguna, uno de los grandes disparadores de ese proceso contestatario que
buscaba devolver al pueblo polaco sus libertades, así nace la histórica lucha
del sindicato libre Solidaridad, con Lech Wałęsa a la cabeza, un sindicato de
trabajadores católicos y nacionalistas, un gigantesco dolor de cabeza para el
sistema comunista que nunca supo contrarrestar.
El hecho de que no haya
sido una invasión exterior o una derrota militar lo que hay derribado al
sistema, sino la rebelión de gente sencilla, trabajadores en su gran mayoría,
como los integrantes de Solidarnoṥć, intelectuales no soviéticos, como en la
Praga del 68, estudiantes y trabajadores húngaros, como en el 56, es algo tan
inmensamente contradictorio que el partido sencillamente no supo manejar.
Estaba más preparado para lidiar con Occidente y los gigantes capitalistas, que
con sus propios obreros y trabajadores, universitarios, pequeños comerciantes,
su gente común. Ese fue uno de los más grandes fracasos del comunismo, sin
lugar a dudas, ese divorcio eterno con la gente, el pueblo, quienes debían
supuestamente mantener los paradigmas establecidos, y los enfrentaron.
En este fracaso yo
también veo un fracaso en la lucha de lo ideal contra lo nacional. La idea de
un ciudadano universal, y la idea de dividir al mundo por clases sociales, y no
por sociedades y o países fue falsa. Un obrero chino en realidad, tiene poco
que ver con un trabajador francés, o uno latinoamericano, por más que sean de
la misma clase social, por la sencilla razón de que están inmersos en mundos
culturales diferentes.
Volviendo nuevamente al
tema central de este trabajo, y a sus historias, puedo imaginar la enorme
desazón de los húngaros cuando vieron entrar los tanques soviéticos con
violencia inusitada en Budapest, o la de los checos, cuando las tropas del
Pacto de Varsovia ahogaron a sangre y fuego su grito libertario, o la de los
huelguistas polacos allá por el ahora lejano año 80, cuando sobrevino una
brutal represión y persecución, seguramente, el mundo pareció venírseles abajo
de golpe, pero resistieron. Lucharon una década completa, contra un sistema
entero, contra todos los medios de represión, lucharon en total inferioridad de
condiciones, y vencieron.
Pongo muy especial
énfasis en el último capítulo de esta obra, que es el actual, ya que avanza en
forma cronológica: el Maydán. La primera aclaración que debo hacer es obvia:
este no transcurre bajo la dictadura comunista, esta ya había caído veinticinco
años antes, pero muchos de los conceptos y elementos enfrentados, remiten
plenamente a la época comunista y al centralismo absoluto que se ejercía en
Moscú, cuando Ucrania no era libre y constituía, simplemente, una “República
Socialista”, parte de la ex Unión Soviética, desde donde se ordenaron y
ejecutaron todos los crímenes descriptos en este libro.
La segunda aclaración
es de vital importancia para mí, porque mientras en los capítulos anteriores,
estamos hablando de procesos concluidos, éste, el Maydán, es actual, y aún no
está del todo asegurado, y en el éxito o no del final de este proceso
libertario de Ucrania, dependerá de si podemos afirmar si ese famoso muro que
para todos los demás, cayó en el año ochenta y nueve, seguirá con su último
ladrillo o no. Y no se trata sólo de un término poético o literario, se trata
entre otras cosas, del destino de una nación entera, doblemente milenaria, con
idiosincrasia, valores, tradiciones e idioma propio, se trata del destino de
sus millones de habitantes, de su relación con su enorme diáspora por el mundo
(aproximadamente veinte millones más), de sus nuevas generaciones, de lo que
piensen, de lo que crean, se trata sobre qué historia o historias oirán, de qué
tipo de educación recibirán, y en qué idioma…